18.11.12

No te detengas... Apoyado en el quicio de mi alma queriendo reanudar la secuencia interrumpida por la necesidad, ineludible, de respirarme más, de besarme la piel desde la calma a la sima de mi nocturnidad, cual tormenta que cala con derroche desataste las furias de la noche. Mordiendo mi pecho, nunca sabía, si me ibas a amar o crucificar. Me aclaraste la entraña al clarear. Pero, no te detengas, ¿qué más da?...