18.11.12

He conocido el embargo de la libertad y la esclavitud del aroma de tu vientre en noches repletas de claridad. Aprendí a volar desde aquella ventana de la habitación 236 de Isla Griega, donde pinté soles a base de palabras y nubes con tálamos de océano. De tanto morir, y de tanto rodar, rodar, al borde de tus huesos fui a parar a las esquinas. Me suavizo rodando, por cielos que no lo son tanto; vuelo, y vuelo bajo un techo agujereado por tacones de aguja, e intemperies de blonda negra, y cuando toco suelo me levanto purificada como los milenarios muertos; porque así lo vivo, y tal vez, así lo he muerto.