15.8.11

Mis manos te buscan, acariciando el recuerdo de tu piel que las horas nocturnas alojaron en mi pecho.
Mas sólo restan las cuatro palabras sin decir, aquellas destiladas en tu nombre, pronunciadas en silencio y que empeñan su júbilo en torno a nuestros vientres ansiosos.


Instruida.
La lengua peregrina de tus besos, mojada en terciopelo, perdiendo sílabas de conjuro entre las hebras de mi pelo.
Ahora, al ahogarse entre mis propias caricias, recorro los escasos paisajes que grabó tu voz sobre mí, excitando la ansiedad que me domina.




SenSual